El Washington Post publicó un artículo acerca del Sistema de orquestas juveniles venezolano. Vale la pena leérselo y empezar a pensar en cuál ha sido el resultado de Batuta en sus años de funcionamiento y cuál ha sido el resultado del programa de Música para la Convivencia del gobierno Uribe (I y II). Los resultados de ninguno de los dos se ven pero no se sabe bien si es por ausencia de los mismos o porque nuestra prensa cultural simplemente no se interesa en estos temas (lo mejor en música en el año, para Revista Semana, fueron algunos discos; de música en vivo... nada).
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Este año estuve increiblemente ocupado, estudiando y dedicándome a adquirir nuevos conocimientos. Debido a eso estuve muy alejado de la escena musical pero también gracias a eso tuve la oportunidad de convivir con nuevas personas en un ambiente universitario y ver cuál era la relación de estas personas con la música y la cultura. En pocas palabras, los gerentes culturales, de todos los niveles y en todo tipo de instituciones deben ponerse las pilas: tenemos una población ignorante, que no tiene las herramientas para disfrutar un concierto ni la información necesaria para generar la curiosidad que la lleva a asistir a uno. Tenemos una inmensa población de gente que no sabe distinguir entre Debussy y Bach y le da lo mismo si programan sus obras al lado de las de Revueltas o las de Tchaikovsky.
Las instituciones culturales están en mora de sacudirse un poco de estar en la comodidad de contar con un público cautivo o de estar satisfechos con tener de 25 a 30% de sus salas vacías (si es que no es más alto el porcentaje). Para salir de este problema se necesita creatividad, energía y, lo más importante, constancia. Estos tres elementos han sido fundamentales en el éxito de la formación de músicos venezolanos. Aquí estamos en mora, no solo a nivel de formación de artistas sino de formación de audiencias - un proceso que no puede empezar sin antes conocerlas más a fondo. Nunca es tarde.
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