Hace unos días estuve en el Teatro Colón en una presentación de pas de deux y pas de trois ejecutados por bailarines del cuerpo estable de ballet del Teatro Colón de Buenos Aires. Las boletas no eran baratas –tampoco eran demasiado caras– pero me sorprendió lo malo que fue el programa de mano dado el precio del evento. El programa se limitó a decir qué iban a bailar, en qué orden, y quiénes eran los compositores de las obras; nada más.
Un programa de mano es la fuente de información para el público asistente a un evento. El público no es homogéneo. Hay verdaderos conocedores de las obras o género que se van a presentar, hay neófitos que por primera vez pisan un teatro, y hay amantes de la cultura que saben “comportarse” en un teatro pero quieren aprender más, por nombrar tan solo tres posibles perfiles. Esto significa que, por poner el ejemplo del ballet de Buenos Aires, habrá dentro del público quienes sepan qué es un pas de deux, quienes no sepan qué es un ballet, quienes sepan qué es un ‘cuerpo estable’, quienes no sepan qué es el Colón de Buenos Aires, y hasta quienes fueron obligados y tienen una resistencia bárbara al evento en general.
Usando el ejemplo del ballet de Buenos Aires se puede establecer, a grandes rasgos, qué puede incluir un programa de mano. Para empezar, lo más elemental – el programa; qué va primero y qué va después. Sin embargo, el programa es algo más que títulos. Son compositores, fechas de composición, fechas de estreno, historia del desarrollo de la obra, entre otras cosas. De igual manera, el programa es interpretado por artistas. Quisiera uno saber quiénes son esos artistas, qué trayectoria tienen, qué logros han alcanzado y en dónde estudiaron. En el caso del ballet de Buenos Aires, quisiera uno saber qué es la compañía, hace cuánto nació, quién la dirige, qué hace, qué éxitos ha tenido. De igual manera, quisiera uno saber qué es el escenario/teatro en el que está, por qué es importante, de quién depende y qué más ofrece. Estos son unos pocos ejemplos de lo mucho que puede uno proporcionar en un programa de mano. No todo lo va a leer todo el mundo. Pero para alguien puede ser mucho más cautivante saber qué es El corsario que ver un pas de deux fuera de contexto en un escenario con artistas desconocidos.
El programa de mano del espectáculo en cuestión era tan inocuo, que hubiese sido más barato e igual de efectivo proyectar los títulos de las piezas tal y como se proyectan los supertítulos en las óperas. Los espectadores de eventos culturales –algunos por los menos– buscamos conocer más, compenetrarnos con el espectáculo que vamos a presenciar. Ir a un teatro o auditorio debe ser una ‘experiencia’ y no el resultado de una transacción económica en donde, una vez pagada la boleta, el espectador se las debe arreglar por sí solo para tratar de sacarle provecho a la velada.
Un programa de mano es la fuente de información para el público asistente a un evento. El público no es homogéneo. Hay verdaderos conocedores de las obras o género que se van a presentar, hay neófitos que por primera vez pisan un teatro, y hay amantes de la cultura que saben “comportarse” en un teatro pero quieren aprender más, por nombrar tan solo tres posibles perfiles. Esto significa que, por poner el ejemplo del ballet de Buenos Aires, habrá dentro del público quienes sepan qué es un pas de deux, quienes no sepan qué es un ballet, quienes sepan qué es un ‘cuerpo estable’, quienes no sepan qué es el Colón de Buenos Aires, y hasta quienes fueron obligados y tienen una resistencia bárbara al evento en general.
Usando el ejemplo del ballet de Buenos Aires se puede establecer, a grandes rasgos, qué puede incluir un programa de mano. Para empezar, lo más elemental – el programa; qué va primero y qué va después. Sin embargo, el programa es algo más que títulos. Son compositores, fechas de composición, fechas de estreno, historia del desarrollo de la obra, entre otras cosas. De igual manera, el programa es interpretado por artistas. Quisiera uno saber quiénes son esos artistas, qué trayectoria tienen, qué logros han alcanzado y en dónde estudiaron. En el caso del ballet de Buenos Aires, quisiera uno saber qué es la compañía, hace cuánto nació, quién la dirige, qué hace, qué éxitos ha tenido. De igual manera, quisiera uno saber qué es el escenario/teatro en el que está, por qué es importante, de quién depende y qué más ofrece. Estos son unos pocos ejemplos de lo mucho que puede uno proporcionar en un programa de mano. No todo lo va a leer todo el mundo. Pero para alguien puede ser mucho más cautivante saber qué es El corsario que ver un pas de deux fuera de contexto en un escenario con artistas desconocidos.
El programa de mano del espectáculo en cuestión era tan inocuo, que hubiese sido más barato e igual de efectivo proyectar los títulos de las piezas tal y como se proyectan los supertítulos en las óperas. Los espectadores de eventos culturales –algunos por los menos– buscamos conocer más, compenetrarnos con el espectáculo que vamos a presenciar. Ir a un teatro o auditorio debe ser una ‘experiencia’ y no el resultado de una transacción económica en donde, una vez pagada la boleta, el espectador se las debe arreglar por sí solo para tratar de sacarle provecho a la velada.
Comentarios