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La experiencia orquestal


Miguel Bosé estuvo con la Filarmónica

Estuve escuchando una entrevista con Martin Lindstrom, especialista en manejo de marca (branding) y autor de Brand Sense, un libro sobre el manejo de marcas por medio de los cinco sentidos. En la entrevista habló sobretodo acerca del libro y su premisa, que en el mundo de la promoción y el mercadeo uno no se puede olvidar de administrar la percepción que se tenga de una marca por medio de los cinco sentidos. Es así como las marcas más conocidas al tacto son Coca-Cola (la forma de la botella) y Barbie, por ejemplo. La entrevista me hizo acordar de un libro de Bernd Schmitt llamado Experiential Marketing en el que se habla de mejorar las ventas y la percepción de calidad por medio del manejo de toda la experiencia en torno a un producto. El primer libro habla sobre las marcas y el segundo sobre lo que viene a definir un producto pero a la larga ambos están en territorios parecidos.

Coincidió esto con los conciertos didácticos de la Filarmónica de Bogotá en el Palacio de los Deportes hace un par de semanas y con la visita de Miguel Bosé a Bogotá y su presentación con la misma orquesta. Empecemos con los conciertos didácticos de la Filarmónica...

Para empezar toca decir que esta labor es loable, que se está haciendo hace varios años y que ha impactado positivamente a niños de diferentes escuelas públicas y colegios de Bogotá. Sin embargo, desde hace un año y medio estos conciertos se trasladaron del Auditorio León de Greiff al Palacio de los Deportes, un escenario adecuado para los Juegos Nacionales o para un concierto de The White Stripes pero no para introducir a los niños y niñas de la ciudad al mundo de la música sinfónica. La Filarmónica terminó actuando en el Palacio de los Deportes hace año y medio porque hubo una pedrea y un posterior cierre en la Universidad Nacional que obligó a reorganizar toda la actividad didáctica a última hora con tan mala suerte que ningún otro teatro de la ciudad estaba disponible o contaba con la capacidad del Auditorio León de Greiff.

Este traslado debía ser una medida temporal. Siendo yo director ejecutivo de la Orquesta, tenía la idea de buscar que el Teatro Jorge Eliécer Gaitán o el Colsubsidio se asociaran con la Orquesta para realizar esta labor. Sin embargo, ya habiendo salido yo de la dirección, en el 2004 se mantuvo el Palacio de los Deportes como escenario, seguramente con el objetivo de sumar gente para los reportes finales de impacto que le presenta la Orquesta al Concejo de Bogotá y a los entes de control (Contralorí­a, etc.).

Para mí esto es triste porque, siendo alguien que ha sido "infectado" por el bichito de la música clásica, sé que en torno a un concierto o recital hay componentes esenciales que forman la experiencia de concierto. Una es el hecho de que éste sea acústico. Otro es el hecho de ir a un lugar agradable, con sillas cómodas, donde de una u otra manera uno se sentirá cerca del artista. Finalmente, si éstos son los conciertos que buscan formar un público hacia el futuro, la Orquesta está mandando el mensaje equivocado, mandando a los niños a un lugar donde las reglas de comportamiento son muy distintas a las que se siguen en un concierto, llevándolos a escuchar a la orquesta amplificada y llevándolos a un lugar en donde la mayoría del año la Orquesta no está. Tal vez lo peor de este cuento es que puede surgir la percepción de que un niño es bienvenido en el Palacio de los Deportes pero no en un Auditorio o Teatro.

Es quizás inusual y un poco extraño que sea Miguel Bosé quien sea más consciente de lo que acabo de escribir. Su presentación de Pedro y el Lobo con la Filarmónica estaba organizada en Compensar. Yo pensé que iba a ser en algún auditorio que tenía la caja de compensación pero resulta que iba a ser al aire libre (en medio de este invierno) y con la idea de que fuera un evento masivo (es que era Miguel Bosé). Pues bien, la idea del evento era recaudar fondos y generar compromiso en torno al problema de los ciudadanos mutilados por minas anti-personales. Según dicen, al ver en dónde era que le habían organizado el concierto, Bosé se rehusó y dijo que o era en un teatro como el Colón o nada. ¡Y es que tenía toda la razón! Un concierto para recaudar fondos es un evento solemne, sobretodo si uno se ha metido a organizarlo con una orquesta sinfónica para presentar una obra de la literatura clásica universal.

No sé si Bosé sea amigo o conocido con El Cigala, pero no me sorprendería que éstos hubiesen intercambiado apuntes sobre sus experiencias en Bogotá y que Bosé viniera un poco precavido. ¿Por qué insiste la Filarmónica en tratar sus productos, sus conciertos, como si éstos fueran de consumo masivo como Shakira o Juanes? ¿Por qué insiste en hacerse pasar por algo light cuando se sabe que la Novena de Beethoven seguirá durando un poco más de una hora y no lo que dura un hit de Britney Spears?

La Filarmónica parece tenerle miedo a lo que es y lo que la hace fuerte y reconocida. En vez de mirarse al espejo y mejorar todos los aspectos en torno a sus conciertos (servicio de boletería, disponibilidad de la programación con anticipación, calidad de la programación, etc.) la Orquesta dispara para todos lados sin realmente dar en ningún blanco. La pregunta es, ¿cómo se llegó a esto? Así como Coca-Cola ha aprendido que no debe cambiar la forma de su botella y que no debe cambiar su sabor, la Filarmónica deberí­a entender que no por tocar en el Palacio de los Deportes Wagner va a dejar de sonar como tal y que no todas las semanas va a tener a Miguel Bosé narrando Pedro y el Lobo y llenando el teatro de gente con ganas de tan sólo ver al español.

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