Monumento a Alexander Nevsky en Pskov (Rusia)
El viernes 3 y el sábado 4 de junio, bajo la dirección de Irwin Hoffman, la Orquesta Filarmónica de Bogotá interpretó la Sinfonía No. 41 "Júpiter" de Wolfgang Amadeus Mozart y la Cantata Alexander Nevsky de Sergei Prokofiev. Tuve la oportunidad de asistir al concierto del viernes en el Auditorio Fabio Lozano de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
La sinfonía de Mozart es una de las más interpretadas por las orquestas en el mundo y con algo de atrevimiento diría que no hay año en que la Filarmónica no la presente. Desafortunadamente, la interpretación del viernes no fue la mejor pues, en resumidas cuentas, no resaltó los elementos que hacen famosa a la obra y por ende que ésta sea adorada por el público general. La sinfonía estuvo caracterizada por movimientos "unidinámicos" interpretados con tempos inadecuados.
Por "unidinámicos" quiero decir que, en general, la sinfonía se mantuvo en un constante mezzo-forte con contados pasajes en forte. Es decir, hubo una carencia de dinámicas que permitieran el contraste entre los pasajes de los diferentes vientos solos y la orquesta de cuerdas o entre las diferentes interpretaciones del tema por las diferentes secciones de las cuerdas durante el último movimiento. El problema del tempo fue notorio en el primer movimiento, un allegro vivace que escasamente llegaba a ser allegro, y en el tercer movimiento, un menuetto que pocos cortesanos considerarían lo suficientemente "bailable".
En general, durante la sinfonía la orquesta sonó afinada y pareja pero poco interesante. Una clara señal de esto fue ver a un personaje completamente dormido en su puesto con la boca abierta (una desventaja de ubicar público detrás del escenario), una pareja sentada al lado mío que no paró de hablar, gente que se reacomodaba en su silla y la salida de unas cuatro personas antes de que la obra terminara - inusual para una sinfonía de Mozart. Finalmente, la sinfonía terminó a las 8:30pm y estoy seguro de que, por tarde, el concierto empezó a las 7:45pm, lo cual da 45 minutos para una sinfonía que Bernstein y Marriner dirigen en grabación en 30 minutos y que David Daniels en su libro Orchestral Music, a handbook dice durar 29 minutos. Como dije, tempos muy lentos.
La Cantata Alexander Nevsky de Sergei Prokofiev es una pieza de concierto que usa la música que compuso Prokofiev para la película Alexander Nevsky de Sergei Eisenstein. La obra evoca el patriotismo ruso y fue usada por Stalin como propaganda para justificar la intervención de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial. La orquestación es bastante grande: coro mixto, mezzo solista, dos flautas, flauta piccolo, dos oboes, corno inglés (desastrosa actuación), dos clarinetes, clarinete bajo, dos fagotes, contrafagot, saxofón tenor, cuatro cornos, tres trompetas, tres trombones, tuba, timbales y siete percusionistas adicionales, arpa (dos preferiblemente - el viernes sólo hubo una) y cuerdas.
La Coral Santa Cecilia, bajo la dirección de Alejandro Zuleta, hizo un excelente trabajo. Según me dijo una amiga mía que es rusa y lingüista, la pronunciación no fue la mejor pero el texto fue muy claro en varios pasajes. La afinación y en general la calidad del sonido coral fue excelente. Desafortunadamente, el acompañamiento de la orquesta sólo puede ser descrito como forte, lo cual hizo que en varios momentos la orquesta no permitiera escuchar al coro, una necesidad y obligación que recae exclusivamente en el director orquestal. El coro cupo -tremendamente apretado- en el escenario (las dos primeras filas de sillas de la platea fueron retiradas).
La mezzo-soprano colombiana Ximena Bernal hizo un gran papel y trajo a su aria una interpretación honesta y cruda del texto (una contemplación de una mujer a los campos cubiertos de soldados caídos en combate en el que promete casarse con el sobreviviente que haya sido un valiente guerrero y haya defendido a Rusia). La voz de Bernal no es muy grande y no sé por qué la Filarmónica la invitó a interpretar este papel que requiere una voz mucho más dramática. Su voz es perfecta para un Cherubino, por ejemplo. Sin embargo -otra vez según mi amiga rusa- su pronunciación fue muy buena y el texto se entendió, cosa que no suele suceder con los cantantes. Desafortunadamente, como en el caso del coro, la orquesta acompañó a Bernal con lo que puede ser descrito generosamente como un mezzo piano en un movimiento que, por su orquestación, por la solista y por el texto requiere un pianissimo.
Sobre el papel el programa era interesante, una divertida y taquillera sinfonía seguida por una dramática cantata. Sin embargo, el resultado fue soso en la primera parte y excesivamente grande y carente de imaginación en la segunda. Triste resultado si se tiene en cuenta que esta era la misma orquesta que hace unos años descrestaba con los contrastes dinámicos de Mahler, Bruckner, Strauss y Wagner. Finalmente, es inadmisible que el programa de mano no hubiera incluido la traducción de los textos de la cantata - una increíble desconsideración con el público.
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