En el 2002 un grupo terrorista se tomó un teatro en Moscú con un saldo de 130 víctimas. El año pasado 175 personas murieron en un incendio de una discoteca en Buenos Aires. Ambas tragedias pudieron haberse evitado con mayor precaución, la primera en cuanto al manejo de la situación y la segunda con tan sólo cumplir las indicaciones de las normas para eventos masivos.
La semana pasada Bogotá fue testigo de la barbarie desatada por las barras del Independiente Santa Fe en el Estadio El Campín. Después de una velada deportiva con saldo de un muerto y veinticuatro heridos, la policía admitió que hubo errores pues de otra manera no hubiera podido entrar ningún arma al estadio. Mientras tanto, Santa Fe se ve obligado a jugar seis partidos en otro estadio, y sus directivas, el Alcalde Mayor y los cronistas deportivos dicen que la culpa no es del equipo sino de unos pocos antisociales.
Me recuerda esto a una de las principales tareas de la segunda administración Mockus - una intensa labor por recuperar el valor de la vida. "La vida es sagrada, cada víctima es hermana" se decía en las marchas cívicas en protesta por diversos atentados terroristas. ¡Qué diferente la reacción del Alcalde Garzón! Con escuetos comunicados de prensa y diciendo que toca hablar con las barras antes de tomar cualquier decisión, el Alcalde ha demostrado que no entiende cuál es el gran valor de la vida humana, qué papel juegan los escenarios públicos en la vida de Bogotá y qué papel juega la Alcaldía en la administración y regulación de los mismos.
Los estadios, coliseos, parques, teatros, plazas, etc. son lugares de reunión y de celebración del espíritu cívico y comunitario. Son espacios donde los ciudadanos celebramos todo lo que nos une así como el derecho constitucional a ser diferentes. Son lugares donde triunfa la vida y el espíritu. Como tales, es deber de la ciudad velar porque éstos estén en buenas condiciones, cumplan todos los reglamentos de seguridad y todo lo ordenado por la ley.
Un asesinato es uno de los casos más extremos de fallas en el manejo de escenarios públicos. Lo importante es que esto sirva de campanazo para que las autoridades ejerzan los controles en el estadio y en todos los escenarios bajo su responsabilidad (todos reciben permisos de la Secretaría de Gobierno distrital). Por poner un ejemplo, me acuerdo varias veces en el León de Greiff encontrándome con salidas cerradas con cadenas y candado porque los vigilantes querían prevenir que la gente se colara.
La seguridad en los escenarios públicos es importante porque la vida es sagrada y nada, absolutamente nada, justifica el ahorrarse unos pesos en extintores o en luces de seguridad en un teatro o en dotar al estadio de suficientes policías.
La semana pasada Bogotá fue testigo de la barbarie desatada por las barras del Independiente Santa Fe en el Estadio El Campín. Después de una velada deportiva con saldo de un muerto y veinticuatro heridos, la policía admitió que hubo errores pues de otra manera no hubiera podido entrar ningún arma al estadio. Mientras tanto, Santa Fe se ve obligado a jugar seis partidos en otro estadio, y sus directivas, el Alcalde Mayor y los cronistas deportivos dicen que la culpa no es del equipo sino de unos pocos antisociales.
Me recuerda esto a una de las principales tareas de la segunda administración Mockus - una intensa labor por recuperar el valor de la vida. "La vida es sagrada, cada víctima es hermana" se decía en las marchas cívicas en protesta por diversos atentados terroristas. ¡Qué diferente la reacción del Alcalde Garzón! Con escuetos comunicados de prensa y diciendo que toca hablar con las barras antes de tomar cualquier decisión, el Alcalde ha demostrado que no entiende cuál es el gran valor de la vida humana, qué papel juegan los escenarios públicos en la vida de Bogotá y qué papel juega la Alcaldía en la administración y regulación de los mismos.
Los estadios, coliseos, parques, teatros, plazas, etc. son lugares de reunión y de celebración del espíritu cívico y comunitario. Son espacios donde los ciudadanos celebramos todo lo que nos une así como el derecho constitucional a ser diferentes. Son lugares donde triunfa la vida y el espíritu. Como tales, es deber de la ciudad velar porque éstos estén en buenas condiciones, cumplan todos los reglamentos de seguridad y todo lo ordenado por la ley.
Un asesinato es uno de los casos más extremos de fallas en el manejo de escenarios públicos. Lo importante es que esto sirva de campanazo para que las autoridades ejerzan los controles en el estadio y en todos los escenarios bajo su responsabilidad (todos reciben permisos de la Secretaría de Gobierno distrital). Por poner un ejemplo, me acuerdo varias veces en el León de Greiff encontrándome con salidas cerradas con cadenas y candado porque los vigilantes querían prevenir que la gente se colara.
La seguridad en los escenarios públicos es importante porque la vida es sagrada y nada, absolutamente nada, justifica el ahorrarse unos pesos en extintores o en luces de seguridad en un teatro o en dotar al estadio de suficientes policías.
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