Adjetivar una interpretación musical es muy complicado. ¿Qué significa que un concierto haya sido magnífico? ¿Elegante? No obstante es necesario escribir acerca del tema. A veces me pregunto si El Tiempo no volvió a reseñar conciertos de música clásica por temor, por desinterés o si es que la ausencia de escenarios giratorios, millones de kilowatts, shows de luces y juegos pirotécnicos hace que los escritores de dicho diario no tengan como describir ni evaluar lo presenciado.
Sin importar la razón, hoy trataré de explicar por qué me encantó el recital del violinista austriaco Benjamin Schmid, quien estuvo acompañado por la pianista suiza Ariane Haering. Cuando una va a un concierto de música clásica va por distintos motivos. Sin importar cuál sea el que lo lleva a uno a comprar una boleta, lo mínimo que ansía uno es escuchar una interpretación con personalidad y obviamente con una calidad superior. La personalidad en la interpretación es un concepto difícil de explicar pero se puede decir que lo que convierte a un artista en una estrella es justamente eso. La personalidad interpretativa es lo que eleva a una categoría superior a artistas como Alfred Brendel, Jacqueline du Pré o a Vladimir Horowitz. La ausencia de personalidad es lo que muchas veces le critican a Evgeny Kissin y a nuevos intérpretes como Lang Lang.
La presentación de Schmid anoche estuvo cargada de personalidad y por eso encantó. Fue una presentación sobria, sin romanticismos excesivos y con toques de humor y gracia en los momentos indicados. La Sonata en si bemol KV454 de Mozart fue sencilla, económica en sus recursos y con un inusual equilibrio entre violín y piano. La Partita No. 2 en re menor de Bach fue expresiva y demostró de entrada la flexibilidad estilística de Schmid. La Sonata en la de Franck, compuesta aproximadamente un siglo después de la sonata de Mozart fue la perfecta oportunidad para usar recursos de mayor expresividad y así fue. Finalmente, el Capricho sobre un estudio en forma de valse de Camille Saint-Saëns de Eugène Ysaÿe fue el vehículo para deleitar al público con frases y articulaciones juguetonas. Un programa con obras de tres periodos estilísticamente distintos a las que los intérpretes trajeron una rigurosidad interpretativa sin sacrificar el carácter que ambos imparten en sus actuaciones.
Schmid toca hoy el Concierto para violín de Brahms con la Orquesta Sinfónica en el Teatro Colón a las 8pm. No sé el precio ni la mecánica de la boletería pero creo que será una grata actuación - dirige Yeruham Scharovsky.
PD1
No sé si será el calentamiento global o qué pero el calor que hace en los teatros y auditorios de Bogotá se está volviendo insoportable. El único que usa el aire acondicionado de manera consistente es el Teatro Colsubsidio pero es tan viejo que toca escuchar el concierto con acompañamiento de aire acondicionado.
PD2
Volviendo al tema de ayer, ante el corte de agua en la Universidad Nacional la Filarmónica ensayó ayer en la Sala Otto de Greiff de propiedad de la Orquesta. Esta sala no acomoda una obra de gran orquestación como El Mandarín Maravilloso de Bartók (tres flautas incluyendo piccolo, tres oboes incluyendo corno inglés, tres clarinetes incluyendo clarinete en mi bemol y clarinete bajo, tres fagotes incluyendo contrafagot, cuatro cornos, tres trompetas, tres trombones, tuba, timbales, otros cuatro percusionistas, arpa, celesta, piano, órgano, y cuerdas). Ayer, para esta obra, sólo ensayaron las cuerdas.
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