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Cuatro ingredientes esenciales, Parte I
Visión Artística: Orquesta Sinfónica Nacional


Auditorio en San Diego, California

In Sunday's San Diego Union-Tribune, Valerie Scher writes about the San Diego Symphony, "a good orchestra that's getting better, thanks to strong leadership, accomplished musicians and the landmark $120 million pledge from philanthropists Joan and Irwin Jacobs." ...Scher interviews Jack McAuliffe, vice president and chief operating officer of the American Symphony Orchestra League, on the "four essential ingredients in orchestral success": artistic vision, a sound governing board, musicianship, and professional administration."
In the News (American Symphony Orchestra League, 11 de abril de 2005)


Sirva este comentario sobre el artículo del San Diego Tribune para hacer una odiosa comparación entre la Orquesta Filarmónica de Bogotá y la Orquesta Sinfónica Nacional. Es odiosa porque en el campo cultural todos quieren y la mayoría de las veces creen estar haciendo las cosas bien. También porque el campo tiene un espíritu embriagador pues quien labora en él considera que está trabajando por una causa noble y, desde luego, porque muchas entidades son reacias a recibir el más leve escrutinio. Sin embargo, la crítica es necesaria para progresar y mejorar, especialmente en un medio tan pequeño como Bogotá.

Los cuatro ingredientes esenciales en el triunfo orquestal según Jack McAuliffe, vice-presidente de la Liga Americana de Orquestas (ASOL) son: visión artística, una sólida junta directiva, musicalidad de los instrumentistas y administración profesional. En las próximas ocho entradas compararé a las dos orquestas usando cada punto y la descripción que hace Jack McAuliffe de ellos.
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Visión Artística: debe ser clara e inspirada, involucrando lo que la orquesta toca y cómo lo toca. "Esta es usualmente una responsabilidad del director musical", dice McAuliffe.

Orquesta Sinfónica: visión artística
Como escribí hace unos días, la Sinfónica maneja su dirección artística de manera "concertada". Tiene tres directores (Luis Biava, Alejandro Posada y Eduardo Carrizosa). La visión artística de la Orquesta no es clara. Cuando se presenta en Colsubsidio a principio y a mitad de año interpreta grandes éxitos sinfónicos (Adagio para cuerdas de Barber, Aprendiz de Brujo, Concierto de Aranjuez). Cuando se presenta fuera de Bogotá por lo general lleva un programa de arreglos orquestales de música popular que es lo que hacen las orquestas de pops en Estados Unidos. Tiene programas con músicos jóvenes, tocó el año pasado con Pablo Milanés y a veces toca en el Colón con un repertorio más atrevido que el de Colsubsidio pero sin arriesgarse demasiado.

Creo que hay dos cosas para tener en cuenta. Primero, la programación parece ser el reflejo de la dirección artística concertada y de la manera como nació la Orquesta, en medio de polémica y tratando de demostrar que tenía sentido terminar con la antigua Sinfónica de Colombia. Lo segundo es que la orquesta es muy joven y no se le puede exigir aún que esté interpretando ciclos de Mahler y Bruckner, retrospectivas de Stravinsky o que esté produciendo excelentes grabaciones de nuevas obras de compositores colombianos. No obstante, la diversidad de programas que interpreta y la ausencia de una rutina constante le ha costado a la orquesta consolidar su sonido y su imagen artística.

Si se mira el cubrimiento que recibe la Orquesta en los medios (ver en El Espectador del 9 de abril el artículo Música colombiana con traje sinfónica) y el tipo de conciertos o logros que suele destacar la Orquesta en su página web, se puede decir que es una orquesta que se preocupa más por el número de conciertos tocados, el número de pueblos y ciudades visitados y de mantener una imagen corporativa completamente ligada al orgullo patrio, que de ser una entidad interesada en sentar un precedente artístico.

Estoy de acuerdo con Jack McAuliffe en que el establecimiento de una visión artística es una obligación, ante todo, del director artístico de la Orquesta. En la Sinfónica, el primer paso hacia una mejoría en este aspecto es redefinir los papeles de los tres directores. En el mundo sinfónico hay varios títulos que pueden ser usados para definir obligaciones y responsabilidades (director titular, asistente, asociado, invitado principal, honorario, residente, etc.). Sea cual sea la decisión, me parece imposible solidificar un proyecto estético de impacto nacional teniendo tres líderes a la cabeza.

El año pasado la Orquesta Sinfónica de Pittsburgh cambió su estructura de directores dándole menos responsabilidades a uno solo, repartiendo las cargas entre tres personas (Sir Andrew Davis como asesor artístico, Yan Pascal Tortelier como director invitado principal y Marek Janowski como director invitado). La orquesta consideró que este cambio en nada iba a afectar su visión e identidad artística pues era una orquesta que había nacido en 1896 y que a través de su historia había estado liderada por personas como Otto Klemperer, Mariss Jansons, Lorin Maazel y Fritz Reiner. La Sinfónica Nacional aún no ha cumplido dos años de vida, le queda mucho camino por delante y entre más rápido establezca su visión artística y empiece a consolidarla, más rápido entrará a la autopista de los grandes ensambles sinfónicos con todas las buenas consecuencias que ésto pueda tener.

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